Anhelante en mi vida, contando los segundos
con ansias de ave herida esperé a que llegaras
bebiéndome la angustia en un mar sin orillas;
cual ansioso piloto ante el vasto horizonte.
Enruté mis anhelos visualizando un puente
que a mí te traería desde tu incierta orilla.
Pero tú no llegaste a teñir mi horizonte
con fuego solferino en místicos ocasos,
ni a alegrar mis pensiles con rumores de nidos,
ni a poner tu color aquí entre mis clemátides.
Allí en lo más profundo del templo de mi alma
tu lámpara votiva empieza a agonizar….
Perderán sus cendales los cerezos en flor;
y en tardes estivales no habrá más esplendor;
el otoñal deshoje no será de oro y sol,
y un temulento hastío a mi alma llegará!
Un grito ahogado, mudo estallará en mi ser;
no habrá más ruiseñores planeando en mis ramajes;
¡mas mi alma al sol abiertas, sus ventanas tendrá:
soñando que a su alfeizar un día retornarás!